Violencia Familiar, Igualdad de Género y Maltrato al Adulto Mayor

Violencia Familiar, Igualdad de Género y Maltrato al Adulto Mayor

Las V Jornadas de Violencia Familiar e Igualdad de Género 2011 estuvieron auspiciadas por la Consejería de Trabajo e Inmigración dependiente del Ministerio de Trabajo e Inmigración del Gobierno de España y organizadas por la Federación de Sociedades Españolas de Argentina y la Asociación Patriótica y Cultural Española.

Entrevista al doctor  Eugenio Luis Semino, gerontólogo Ombusdman de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires y Defensor del Pueblo de la Tercera Edad de Iberoamérica.

Doctor Eugenio L. Semino

En los Salones Ortega Peña y Carlos Mujica de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires y con entrada libre y gratuita, se llevaron a cabo las jornadas en las cuales se analizó la violencia y el maltrato en los planos familiar, institucional y estructural-cultural en mujeres y en adultos mayores. La propuesta abarcó la entrega de herramientas para fomentar el diálogo democrático y los modos de intervención en la realidad social.

—¿Cuáles fueron los campos de análisis e intervención en las V Jornadas de Violencia Familiar e Igualdad de Género 2011?

—Se desarrolló el tema de la violencia y el maltrato en los planos familiar, institucional y estructural-cultural. Nos centramos en los jóvenes, las mujeres y los adultos mayores de acuerdo con un cronograma que apuntó a la violencia intrafamiliar e institucional, una violencia poco registrada socialmente y mucho menos, institucionalmente.

—¿A qué se refiere?

—A que los organismos que deberían dar respuestas a este tipo de situaciones que no están detectadas convierten a los programas en testimoniales. Estas jornadas, que se realizaron desde el 21 hasta 24 de noviembre de 2011 con la Consejería de Trabajo e Inmigración de España, dieron las herramientas y elementos necesarios como para que los proyectos que se realicen a nivel nacional, provincial y municipal sean efectivos, ya que la inversión en muchos casos del recurso existe pero, al no ser eficaz, termina diluyéndose en sus efectos.

—¿Qué rol le adjudica a los programas?

—Tienen un rol decisivo en términos históricos, no sólo en un trabajo con la propia colectividad en términos de hacer conocer y protagonizar, sino que existe una importantísima participación de españoles y familiares, quienes luego de estas jornadas terminaron involucrados en acciones directas en términos de ayuda, de acción, de ONG y de otros organismos gubernamentales pero con muy buen criterio. Es muy importante el considerar a las jornadas “abiertas”, porque junto a otros componentes van permeando lo que es ese desconocimiento que tiene que ver con el miedo y, en otros, con la complicidad, sobre todo lo que llamamos la Vis compulsiva: la violencia oculta en el seno de los hogares protagonizada por los actores. Esto significa que si no hay un tercero o un ojo externo, es muy difícil que nos enteremos de la agresión, del acoso o del homicidio. Estas jornadas se crearon para “no hacer una autopsia de las situaciones, sino para evitarlas”.

—¿De qué manera se ha trabajado desde la Consejería Laboral?

—Se ha realizado un trabajo durante todo el año con continuidad, y dividido en tres temáticas: maltrato a mujeres, maltrato a adultos mayores y maltrato combinado entre adultos mayores, que tiene que ver con las dependencias. Estamos en condiciones de afirmar que en el 90% de los casos la mujer está al cuidado de un adulto mayor. Esta cuidadora informal no tiene protección y es abandonada por un sistema que le va haciendo perder vida de relación, laboral, la crianza de los hijos, la diversión y la sexualidad en función de alguien que, por su patología crónica, puede estar años en una situación. En algunos casos se la criminaliza por el deterioro del paciente crónico. Estamos frente a un maltrato tanto de la mujer como del adulto mayor. Si avanzamos un poco más, encontraremos a un menor abandonado a partir de esta relación que se entabla. Esto tiene que ver con lo institucional, con el rol de la escuela y de los formadores. Es indispensable tener en cuenta estos hechos para la detección precoz en estos casos.

Afiche de las Las V Jornadas de Violencia Familiar e Igualdad de Género 2011

—¿Qué tareas lleva a cabo en su área y qué asistencia se le brinda a quienes se acercan con un problema de violencia?

El “objetivo fundamental” del organismo es “proteger los derechos e intereses de los individuos y la comunidad frente a los actos, sucesos  y omisiones de la administración pública nacional”. Nuestra relación es a través del adulto mayor; recibimos entre 300 o 400 adultos por día y en todos los casos hay una mujer que tiene que ver con el abandono desde lo institucional y desde lo familiar: “Yo te dejo sola porque trabajo”. “Cuídala porque no soporto ver a mi madre en estas condiciones”. Hay un rol establecido y muy claro en casos como el de la cuñada que cuida a un padre hemiparésico de cuya atención se desentiende el resto de la familia. Ella no opina sobre cómo lo hace, y cuando aparecen las escaras se la mira con desconfianza, se le recrimina por el medicamento no dado a tiempo, la cura no hecha; hay un nivel de exigencia, de estrés, que la invade. Observamos que estas cuidadoras carecen de protección. Existe una posibilidad sistémica que es la justicia, que casi siempre llega mal y tarde. Si no encontramos los mecanismos de sensibilización social para evitarlos, nos quejaremos de la desgracia por omitir la exposición de estos temas.

—¿A qué espacios recurre el colectivo español para asistirse?

Tiene una cantidad de resguardos a través de obras sociales como Ospaña, que tiene convenio con Pami. Hay un peso cultural que se apoya en una fuerte comunidad en términos de idiosincrasia con el español. Existe una relación en la expresión, el idioma, las costumbres, y eso es trascendente. Esta relación nos ha permitido un intercambio intenso en la formación de profesionales y voluntarios que han tenido un rol decisivo y una relación directa que supera aún a la de los profesionales. En Latinoamérica, participamos con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), brindando cursos de formación en Santa Cruz de la Sierra, Guatemala o Cartagena de Indias. Muchos de los cursos son compartidos dos o tres veces al año en nuestra condición docente con nuestros pares españoles. La problemática de la violencia como elemento fundamental es compartida con alumnos de varias ONG y de otras organizaciones, con muy buenos resultados. Esta forma de colaboración ha llevado a instalar programas en países hermanos donde hay gran discriminación.

—¿Qué índice de violencia existe en España y en qué punto lo compara con la Argentina?

—Las comparaciones son relativas y mentirosas; hay casos floridos, de conocimiento público, que tiñen lo que es el ánimo social. Si hay más en España o en Argentina, creo que no es relevante; el hecho es que lo hay y eso amerita la preocupación y la investigación que a veces se reduce a una cuestión académica que intentamos cambiar y convertir en práctica, con resultados concretos. Por eso hablaba de reformular programas, de hacer otros y de involucrar a las ONG en la estructura del estado. El trabajo de la Consejería de Trabajo es paciente, consecuente, y no está sometido a avatares políticos; trasciende la cuestión de lo que pasa coyunturalmente de una a otra sociedad con su sistema político actual.

—¿Qué programas mejoraría?

—Hay algo que descomprimiría notoriamente estas situaciones y está relacionado con la atención directa a los problemas concretos que se dan en las familias: detectar cuál es el núcleo del problema; la situación de violencia es un emergente de un problema intrafamiliar o extrafamiliar que produce convulsión en un sistema de relaciones que hay que corregir. Luego, si hay un psicótico, psicópata o perverso, es otro tema. Creo que lo importante sería detectar con antelación cuál es el problema de fondo, cuál es la situación que altera la vida de relación, y para trabajarlo, hay que involucrarse a través de psicólogos, psiquiatras y de trabajadores sociales: es lo que venimos fomentando. Estamos dando un trabajo intenso en todos estos años con el Colegio de Trabajadores Sociales a nivel ciudad o Nación; también sumamos el trabajo con los Colegios Profesionales de Médicos, que muchas veces a partir de ese trato o confianza puede identificar el núcleo enfermo en términos de la relación. El médico de cabecera tiene que tener un lugar donde volcar esa inquietud para dar una solución, si no, el seguimiento quedará como una información en términos de lo que es historia clínica. En síntesis: intentamos que los colegios médicos no lo resuelvan, sino que tengan un lugar, una red que va desde el profesional al voluntario para llegar a psicólogos y psiquiatras que intervengan en la problemática desde la base.

—¿Cómo llega una mujer a revertir una situación de violencia psicológica, golpes o discriminación?

—Primero tiene que darse cuenta, preguntarse qué la lleva a aceptar ese maltrato, y así buscar ayuda. En los últimos casos mediáticos, el del pequeño Tomás, vimos un emergente: seguramente hubo alertas familiares o sociales que no se atendieron. A veces quien está más cerca a la situación es, por esa naturalización que se da, quien menos reacciona.

—¿Por qué?

—Porque se ve involucrada: es parte de un juego de sadomasoquismo, de perversión; existe neurosis o, simplemente, juega la necesidad. A veces la mujer soporta la violencia porque en situaciones de extrema pobreza queda sola. Si decidiera cortar ese vínculo, perdería el alimento para sus hijos o la educación. Hay una situación de comodidad y de elección. Lo que hay que ver y manejar es a partir de esta detección; sobre todo cuando hay un niño, es necesario que el colegio se involucre. Estoy seguro de que en este caso hubo alarmas en la escuela que no fueron detectadas a tiempo. Hay gabinetes psicopedagógicos o la intervención de la justicia. Hay figuras efectivas en lo inmediato, pero no resolutivas en el fondo de la situación; estas son las medidas cautelares, o protecciones, a nivel de justicia civil: los jueces civiles tienden a resolver estas medidas cuando hay un pedido que hace un familiar sobre estos componentes. Esto es lo inmediato: sacar al niño de este núcleo, hacer una exclusión del padre, la mama, el abuelo para evitar una desgracia. Luego, se trata de complementar esta decisión judicial con la solución duradera y definitiva. Si hacemos la exclusión con un chiquito en guarda, es un inicio, pero el programa de terapia o resguardo familiar es lo que pretendemos que se agilice. En muchos casos, los programas están en forma desvinculada y no llegan a interactuar. Sumar la participación, investigación y cooparticipación de quienes generan estas iniciativas de la Consejería de Trabajo de la Embajada de España, de la Defensoría del Pueblo de la Nación y de otras es la consigna para que no quede sólo en un enunciado que se diluya en el tiempo.

—¿Qué tipos de violencias hay?

No hay violencia física sin que haya primero una agresión psíquica. Vemos que va en espiral: un insulto y luego, una agresión corporal; los actores son múltiples. En muchos casos no son solo dos los protagonistas que se ven involucrados: en estos últimos hechos aparecen terceros que no participaron por su inocencia y fueron víctimas por estar en un grupo familiar enfermo.

—¿Hay raíces?

—Somos una historia y hay una tendencia a repetirla: hay recuerdos buenos y malos. Lo que hay que morigerar son las experiencias negativas. Si uno ha sido hijo de un padre abandónico, es casi seguro que la cadena siga si en el medio no existe terapia, sociabilización, cariño. Si se genera la contención, esa historia se revierte. Es más: cuando hablamos de situaciones de violencia espantosas, estamos hablando de excepciones. La mayoría de los seres humanos cambia la historia para convertirse en buen padre o buena madre debido a la posibilidad de revertir situaciones malas, agresivas o detestables.

Patricia Ortiz

Más información:

www.ciudadaniaexterior.mtin.es
www.fedespa.org.ar
www.gerontovida.org.ar

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