#JusticiaporFernando Un caso que impacta por la violencia de quienes terminaron con su vida

#JusticiaporFernando Un caso que impacta por la violencia de quienes terminaron con su vida

Esta es la historia de Fernando Báez Sosa. Tenía 18 años y una vida por recorrer. Tenía sueños y proyectos. Tenía una familia que lo esperaba y velaba por su felicidad. Era solidario y buen compañero; era el hijo único y amado de Graciela y Silvino y hacía de su vida un culto a la solidaridad. Era la esperanza de sus padres en la vejez.

En una “alta noche” del 18 de enero de 2020, mientras tomaba un helado, un último acto de inocencia que lo llevó a su más tierna niñez, frente a Le Brick, una disco ubicada en Villa Gesell, su vida se derrumbó en un minuto eterno, frente a los puños traicioneros disparados en sus sienes y las patadas certeras y violentas dirigidas por la furia de un grupo de asesinos que lo ajusticiaron sin clemencia. Lo esperaron, lo rodearon, lo insultaron, lo despreciaron, bloquearon cualquier ayuda, y se regodearon al filmar su agonía con total impunidad. Luego se abrazaron por el triunfo obtenido; se cambiaron de ropa, cenaron y prometieron tomar flores y seguir con la fiesta. El joven Fernando –para ellos– había “caducado” y esto que ocurría no debía contarse a nadie…

“El caso impacta en la sociedad porque desde que se conoció, se vieron dos cosas: por un lado; estas agresiones ocurren a la salida de los boliches y por el otro: mucha gente que tiene hijos adolescentes tiene temor de que algo así vuelva a ocurrir si no se hace justicia. En el juicio que se lleva a cabo en Dolores, se vio la actitud arrogante, soberbia y carente de todo arrepentimiento, actitud que impactó negativamente en la comunidad”, afirmó el doctor Eduardo Gerome, abogado penalista a Caminos Culturales.

Doctor Eduardo Gerome

A tres años de su muerte, la imagen de Fernando se cuela en cada hogar de la Argentina y del exterior: Graciela lleva el inmenso dolor de una madre cuya tristeza la acompañará siempre. Abrazada por Silvino, su fiel compañero, ambos lloran la ausencia del hijo que no volverá. Las imágenes crueles de los videos de esa noche no pueden explicar el porqué de tanta furia. En medio de tanto padecimiento y para lograr la justicia que merece su muerte, el equipo del doctor Fernando Burlando y Fabián Améndola encabezan la querella en el juicio contra los ocho jóvenes criminales, y forman parte del escudo protector de la familia Báez Sosa.

“Es extraño ver tanta ferocidad en chicos que no son criminales o que obran bajo el influjo de drogas; sobre todo teniendo en cuenta de que no conocían a Fernando y no mediaba un sentimiento tan negativo como el que los llevó a matarlo. No existía una relación previa, aunque esa actitud y saña si se compagina con las conductas anteriores de pegar, asustar, amenazar en Zárate, la ciudad donde nacieron y vivían”, continuó Gerome.  

Este grupo de inadaptados no pertenecía a una sociedad tan elevada como se dice: “No a tal punto de que las peleas que tenían con el grupo de remo eran de una clase superior a la de ellos. No hay mejor discriminador que el que se siente discriminado por él mismo; sobre todo, cuando Blas Cinalli dice en un chat, que ‘les ganaron a unos chetos’, una forma de asumir que ellos no lo eran: se calificaron en situación de menor escala social (según ellos). Los peores discriminadores no son los que están en lo alto sino los que se sienten disminuidos y por carácter transitivo, discriminan a otros. Creo que no tuvieron una educación basada en valores familiares y respeto”.

Por otra parte, y volviendo al juicio en sí mismo, la defensa del doctor Hugo Tomei, sostiene que el caso podría encuadrarse en una pelea en riña. Sobre esta afirmación, el doctor Gerome afirma que puede verse perfectamente en las imágenes que se trata de un pobre chico golpeado y rodeado por ocho jóvenes, en los que cada uno cumplió un rol. “¿De qué riña están hablando?”, se preguntó: “Para que haya un homicidio en riña los participantes no deben ser identificados y aquí se sabe perfectamente quiénes fueron y cada escena se sustenta por las conversaciones en los celulares. Esta afirmación es ajena a la realidad y no va a ser considerada bajo ningún punto de vista por los jueces”.  

En el análisis del suceso intervienen diversos agravantes. “Ni siquiera hubo posibilidad de que emitiera un llamado de auxilio: le pegaron sin defensa, con saña impropia en los que no son delincuentes; luego festejaron haberlo dejado en el piso, golpeado e intercambian mensajes de WatsApp… y cuando los padres declaran, solo hablan de los padecimientos y enfermedades que sobrellevan y que, en definitiva fueron causados por sus propios hijos”.

El proceso de enjuiciamiento que se lleva a cabo en Dolores ya entró en su etapa final. El veredicto contra los acusados se dará a conocer el 31 de enero y estará a cargo de los jueces María Claudia Castro, presidente del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 de Dolores, Christian Ariel Rabaia y Emiliano Lázzari.

En cuanto a la mirada que los jueces tendrán sobre los ocho acusados, vale recordar que la extensa carátula de la causa reza: “Homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas”, los protagonistas de este aberrante crimen. Recordemos quienes son. Son Ciro, Lucas y Luciano Pertossi, Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli y Ayrton Viollaz, Gerome adelantó “si estuviésemos hablando de jueces abolicionistas, quizás no habría esperanzas, pero debe primar la justicia y la piedad sobre aquel que no puede estar entre nosotros y ese joven era Fernando y no quienes truncaron su vida. Será una sentencia ejemplar”.

Seguramente la juez María Claudia Castro, por su condición de mujer y por ser la principal persona que procesa las múltiples y abrumadoras pruebas que suma el expediente contra los brutales asesinos, es, sin duda, quien más pueda comprender desde lo más profundo de su alma el dolor desgarrador de Graciela a quien le arrebataron el hijo que tuvo en sus entrañas y con el que soñaba un hermoso futuro para el resto de sus vidas.   

Fernando Báez Sosa no pudo imaginar jamás su triste final. De repente comenzó a caer en el vacío, allí donde no hay puertas ni ventanas: solo silencio; el mismo silencio que guardan los acusados. Son ocho imputados; ocho nombres y apellidos que con total despojo y soberbia se animaron a no contestar a los fiscales y abogados. Son ocho violentos que se afirman en una realidad paralela de mentiras y ocultamientos.

Cada palabra que dice Graciela, duele como un golpe en el pecho: “Era mi todo: no está y pienso en el día de mañana en el que Fernando nunca volverá; solo deseo tener un poco de paz y que él pueda descansar como merece. Te amo Fernando con toda mi alma.”.

Solo esperamos Justicia por Fernando… y, desde estas páginas hacemos votos para que el proceso culmine –tras todas las apelaciones, rechazos, impugnaciones y/o chicanas jurídicas– con una pena ejemplar que, también en este terreno, signifique un verdadero “nunca más” que asegure a la sociedad y, en especial, la juventud argentina, su derecho a vivir sin violencia ni impunidad y disfrutando de la vida como todos los ciudadanos de bien nos merecemos.

Patricia Ortiz
Corrección: Ricardo de Titto
Crédito fotográfico: Estación Sur Digital 

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