Don José de San Martín y la campaña libertadora

Don José de San Martín y la campaña libertadora

El año 15 y la Logia Lautaro

Aquel año 15…

Primera entrega: 

El imperio napoleónico termina sus días en los campos de Waterloo, en Bélgica, el 18 de junio de 1815. Si hacia 1812 el imperio francés controlaba gran parte de Europa occidental y sólo enfrentaba la resistencia española sostenida por Gran Bretaña, el gran fracaso de la invasión a Rusia inicia su debacle. En 1814 Francia es invadida por los ejércitos rusos, prusianos, austríacos y británicos y Napoleón es obligado a abdicar y exiliado en la isla de Elba. Regresa clandestinamente y alcanza nuevamente el poder en los llamados “Cien días”. Pero Arthur Wellesley, el duque de Wellington, le asesta el golpe definitivo. Con la derrota de Napoleón se cierra una etapa, la de la extensión de la revolución francesa y comienzan algunos años de reacción monárquica: el Congreso de Viena reúne a estadistas y reyes europeos entre octubre de 1814 y junio de 1815 e intenta regresar a la época prerrevolucionaria y Rusia promueve un pacto absolutista, la “Santa Alianza” para “la defensa mancomunada del trono y del altar”. Los Borbones retornan al poder; Luis XVIII se corona en Francia y Fernando VII, de regreso en el trono español desde 1814, imprime una política reaccionaria, deroga la Constitución liberal de 1812 y restaura el absolutismo y la inquisición. Sin embargo, las ideas de 1789 habían llegado para quedarse. A pesar del período reaccionario el mundo vivía ya la era abierta por la gran revolución francesa motorizada por la revolución industrial. Gobiernan monarquías pero la clase poderosa, con futuro, es la burguesía capitalista y una nueva clase, la obrera, empieza a extenderse.

Los cambios en la situación europea trascienden directamente al escenario americano. España intenta organizar la reconquista del terreno perdido sus territorios de ultramar. Durante 1814 el general Pablo Morillo concentra fuerzas en la península y todo indica que se dirigirá al Río de la Plata, donde las aguas están revueltas.

José Gervasio Artigas, desde la Banda Oriental, establece el “Protectorado de los Pueblos libres” que logra la adhesión de José Javier Díaz, en Córdoba, del entrerriano José Eusebio Hereñú y de Juan Bautista Méndez en Corrientes, provincias que desconocen al gobierno porteño. El gobierno directorial de Gervasio Posadas se deteriora y es reemplazado por su sobrino, el joven Carlos María de Alvear. Su política irritativa –envía un división a combatir a Artigas pero las tropas se amotinaron en Fontezuelas el 3 de abril y exigen el fin de la guerra civil y la renuncia del Director– generaliza el descontento y su mandato termina rápidamente. Sólo estuvo en el poder entre el 10 de enero y el 25 de abril. En ese período “el niño”, como le decía San Martín, llegó a solicitar un protectorado británico ante la amenaza de un gran desembarco español en el Plata. La importante expedición de Morillo, en realidad, se dirige a Nueva Granada, pero los informes que recibe Alvear lo han motivado a tomar medidas draconianasintentando en vano fortalecer su mando centralizado. Sólo logra acentuar las divergencias. En enero de 1815 los vecinos de Cuyo repudian el nombramiento del coronel Gregorio Perdriel como gobernador y sostienen la permanencia de José de San Martín, que había asumido unos meses antes y en marzo, una rebelión autonomista en Santa Fe depone a Eustaquio Díaz Vélez aliado al gobierno central. En Salta y La Rioja también se expresan las mismas tendencias autonómicas. Las estructuras sociales de las provincias, acostumbradas a vivir en un aislamiento relativo, resisten el predominio político porteño. Artigas expresó que no luchaba contra la tiranía española para verla reemplazada por la tiranía porteña. Federalismo e independencia pasan a ser las dos banderas que unen a los pueblos del interior, tareas a las que sólo se puede avanzar disgregando la hegemonía porteña.

El Alto Perú es un verdadero baluarte realista desde las derrotas patriotas de Vilcapugio y Ayohuma y Güemes, con sus gauchos, frenó heroicamente los intentos españoles de bajar hacia el sur. En Chile los españoles derrotaron a los patriotas en Rancagua el 2 de octubre de 1814.

Declarado “reo de la patria” por Ignacio Álvarez Thomas, jefe de las fuerzas de la revuelta de Fontezuela, Alvear parte hacia un forzoso exilio en el Brasil en la fragata Hotspur. La revolución parecía estar agonizando. En realidad, está buscando otros caminos.

2. Caballeros racionales en Gran Reunión Americana

El 9 de marzo de 1812 un grupo de viajeros del George Canning desembarcó en Buenos Aires. El contingente integrado por varios ex oficiales del rey de España, para sorpresa de muchos, es recibido ese mismo día por el gobierno en pleno. Uno de ellos, esbelto, se destaca del conjunto: es el teniente coronel retirado José de San Martín, que a bordo cumplió 34 años. Apuntemos: fundó su baja en el ejército español –a mediados de 1811– argumentando que debía “pasar a Lima” a fin de “arreglar sus intereses”. Otro de los desembarcados, de gesto vivaz, pertenece por vía materna a una familia muy poderosa de Buenos Aires, los Balbastro. Se lo conocerá como Carlos María de Alvear aunque su verdadero nombre es Carlos Antonio. Es muy joven –tiene 22 años– y llega con el grado de alférez de un cuerpo d´elite, los carabineros reales, correspondiente a un capitán de ejército. Ambos nacieron en las Misiones y hay quienes dicen que eran primos. También está entre ellos el alférez de navío José Matías Zapiola, un porteño emparentado con ricas familias de comerciantes como los Lezica, que se embarcó con papeles falsos y fingiendo ser sirviente de Alvear quien, a su vez, pretextó la necesidad de atender problemas familiares.

San Martín, anti bonapartista, trató en España con oficiales ingleses de prédica liberal, más cercana a las monarquías constitucionales que al republicanismo. Junto a Zapiola y Alvear, cuyas familias están vinculadas a ricos comerciantes de Cádiz, y militares de otras regiones, como el chileno José Miguel Carrera, conforman la Sociedad de Caballeros Racionales, que se juramentó en combatir por la independencia americana.

Francisco Miranda, desde Londres, difundió sus intenciones independentistas para lo cual había conformado la “Gran Reunión Americana”, una logia con supuesta sede en Gibraltar. El joven y destacado oficial correntino se interesa en estos planteos. Simón Bolívar y otros diputados venezolanos, que han convocado a una “gran confederación américo-española” el 27 de abril de 1810, en julio de ese año explican sus objetivos en Londres:

“Los diversos virreinatos y provincias de norte y sud América se dividirán en diferentes Estados, de acuerdo con sus límites físicos y políticos; pero ellos proyectarán un sistema federal que dejando a los respectivos Estados una independencia de gobierno, pueda formar una autoridad central combinada, como la de los anfictiones de Grecia.”

La idea es la misma que poco después enarbola la junta formada en Santiago de Chile y que cursa a la Primera Junta de Buenos Aires: confederarse. No es casual que uno de los caudillos de la revolución chilena, Bernardo de O’Higgins, también tenga vínculos con la Gran Reunión Americana.

“Independencia y Unidad” son las dos palabras que, a juicio de Pérez Amuchástegui, definen y sintetizan el compromiso de los hombres que participaron de aquella “Gran reunión Americana”. Desde septiembre de 1811 y por cuatro meses, San Martín permanece en Londres donde participa de las reuniones de la cofradía que se hacen en lo del venezolano Andrés Bello.

Inglaterra tenía dos buenas razones para simpatizar con los procesos revolucionarios americanos; uno, material, la necesidad de nuevos mercados para sus productos y otro, ideológico, la cercanía teórica con muchos jefes independentistas liberales. Gran Bretaña mantendrá, en consecuencia, una política ambigua de respaldo a su alianza con el rey Fernando “dejando correr” a los líderes revolucionarios. Lord Strangford, desde Río de Janeiro, será “la gran muñeca” de esta estrategia dual.

En Buenos Aires, entretanto, el ardiente Bernardo de Monteagudo, retoma las banderas del morenismo y convoca desde La Gazeta del 10 de enero de 1812 a formar la Sociedad Patriótica:

“Yo, a nombre de la sociedad, interesó a todos los patriotas de esta capital para que concurran y autoricen con su asistencia la primera ceremonia cívica que va a asegurarnos los progresos de la Ilustración y a cimentar el augusto templo de la libertad. […] Ya verá el mundo entero los progresos de que es capaz un pueblo entusiasmado por su independencia, y resuelto a sostener su majestad o borrar su nombre hasta del mapa que describe su posición geográfica.”

Es el primer texto que, en un medio oficial, hace referencia a la “independencia”. El arribo de San Martín y los “caballeros racionales” no puede ser más oportuno.

Una aclaración resulta imprescindible ya que San Martín fue, en efecto, miembro de varios grupos masones. Se han difundido sobre este tema confusiones anacrónicas dando por sentada un sempiterno enfrentamiento de las logias y la masonería con la jerarquía eclesiástica. No es así. Recién en el papado de León XIII, iniciado en 1878, hubo una condena “a todas las sectas sin distingos”, en la encíclica de Secta Massonum. Eso no significa que San Martín haya sido un católico místico (más de una vez se permitió tonos irónicos con respecto a la religión) pero tampoco que fuera agnóstico. Cuando en 1830 se produjo un acercamiento entre la Confederación rosista y el Papa, le escribió a su amigo Tomás Guido:

“Yo ya soy viejo para militar […] Usted sabe mi profundo saber en el latín; por consiguiente, esta ocasión me vendría de perilla para calzarme el obispado de Buenos Aires.

[…]Yo suministraré gratis a sus hijos el Santísimo Sacramento de la Confirmación, sin contar mis oraciones por su alma que no escaseará. Yo creo que la única objeción que podrá oponerse para esta mamada es mi profesión; pero los santos más famosos del almanaque, ¿no han sido militares? Una San Pablo, un San Martín ¿no fueron soldados como yo y repartieron sendas cuchilladas sin que esto fuese un obstáculo para encasquetarse la Mitra? Basta de ejemplos.”

3. La Logia Lautaro y los Granaderos a Caballo

El casamiento de San Martín con María de los Remedios Escalada y de la Quintana, que era casi una niña, le permitió a don José ubicarse en una sociedad porteña que aún recelaba de un oficial español de tez demasiado oscura para el gusto de los salones “decentes”.

La inmediata tarea de conformar un cuerpo de caballería lo llevó diariamente a la Ranchería primero (en las actuales Perú y Defensa) y al Retiro poco después. Allí conoció –y formó militarmente y como diestros jinetes– a toda una generación de jóvenes, muchos de ellos hijos de familias patricias, como Félix de Olazábal, Mariano Necochea, Juan Lavalle, Lucio Mansilla y su joven cuñado, Mariano de Escalada. El cuerpo tuvo su exitoso bautismo de fuego en la recordada batalla de San Lorenzo, en febrero de 1813. Antes, las tropas habían ganado las calles de Buenos Aires para deponer al Primer Triunvirato. Estos cambios, que se ubican en el rumbo pretendido, reciben el aliento del gran triunfo de Belgrano en Salta, el 20 de febrero.

Desde fines de enero sesionó, bajo la presidencia de Alvear, la Asamblea del año XIII que realiza una obra legislativa de inspiración liberal y propia de un país independiente: se eliminaron las referencias a Fernando VII, se acuñó moneda, se abolieron la Inquisición y las torturas judiciales, se suprimieron los mayorazgos y títulos de nobleza y se estableció la libertad de vientres para las esclavas. la juventud del proceso revolucionario impidió, sin embargo, que se concretara el anhelo central, declarar la independencia y votar una constitución.

En 1814 San Martín es enviado a reemplazar a Belgrano en el Ejército del Norte –allí conoce a Güemes y lo nombra Comandante general de las avanzadas– y, poco después, deteriorada su salud, Gervasio Posadas lo designa gobernador intendente de Cuyo. El plan continental empezaba a ponerse en marcha.

Quien dinamiza estas acciones es la Logia Lautaro, fundada en esta Capital como continuidad de los “caballeros racionales” de Cádiz. Reunieron en ella a los opositores del triunvirato y casi todos los miembros de la Sociedad Patriótica fueron iniciados en la Logia: Monteagudo, Tomás Guido, Julián Álvarez, Nicolás Rodríguez Peña, Alejandro Murguiondo, José Agrelo, Manuel Luzuriaga y Agustín Donado. San Martín es el presidente, Alvear su lugarteniente, Guido y Agrelo los secretarios y fue nombrado como “Gran Orador”, Hipólito Vieytes. San Martín se aboca a la formación del regimiento y Alvear es el hombre más dinámico en fortalecer los lazos políticos. Los integrantes del segundo triunvirato, Rodríguez Peña, Juan José Paso y Antonio Álvarez Jonte, son todos hombres afines a la Logia. Los “hermanos” que fueran elegidos para el gobierno tienen una condición: no podrían “deliberar cosa alguna de grave importancia sin haber consultado el parecer de la O-O (logia)”.

Hay acuerdo en que se debe concentrar el poder. La logia expresa esa necesidad de avanzar en una conducción centralizada, operativa. De la Junta se ha pasado al Triunvirato. No es suficiente y, en 1814, se instaura un Directorio unipersonal que ocupa Gervasio Posadas. De la coalición que permitió el triunfo de Mayo, en cuatro años se pasa a la primacía ideológica de un partido, el que conducen San Martín y Alvear. El primero, ya está donde necesita, en Cuyo, para organizar el Ejército de los Andes; “el Niño” –como le dice San Martín– es enviado a la Banda Oriental y se destaca en la toma de Montevideo.

Fue entonces cuando se conoció la abdicación de Napoleón y el retorno de los Borbones:

“El maldito Bonaparte la embarró al mejor tiempo –le escribió Posadas a San Martín el 18 de julio de 1814–: expiró su imperio, cosa que los venideros no creerán en la historia; y nos ha dejado en los cuernos del toro.”

Alvear, a los veintiséis años, es el gobernante más joven que tendrá el país en toda su historia. Ya hemos relatado lo desafortunado de su gestión directoral. Su caída arrastra a varios miembros del partido. Uno de ellos, Bernardo de Monteagudo, que será en el futuro, una figura principal del grupo más cercano a O’Higgins, San Martín y, después, también colaborador íntimo de Bolívar es una figura polémica. Vicente Fidel López dice que “ninguno había provocado mayores antipatías, mayores odios, ni chocado más con el espíritu político de la capital, aun en el seno de su mismo partido. […] Había en su persona tales aires de fatuidad y de insolencia, un tono tan duro y tan agresivo en su estilo y sus opiniones […] que sus mínimos talentos, grandes y claros sin disputa, servían más bien para hacerlo aborrecible que para hacerlo estimable”. Un hombre, Tomás Guido, logra permanecer en su cargo como oficial mayor del ministerio de Guerra, desde septiembre de 1814. La logia Lautaro entra en crisis pero la presencia de Guido en Buenos Aires será una de las claves para que su plan continental se pueda poner en marcha.

San Martín vivirá en Mendoza el único período de convivencia conyugal de su vida. Remedios –“la Gordita”, como le dice Posadas– llega a Cuyo en septiembre de 1814. Allí nace Mercedes Tomasa, el 29 de agosto de 1816.

Por Ricardo de Titto
Especial para Caminos Culturales
Crédito fotográfico: Caminos Culturales    

Dejar un comentario