Augusto al Q'adi Alcalde es director, docente y único representante autorizado de la escuela Chin Lien, del tai ch'i chuan, la forma de la familia Huang Pei, a través del Shih Fuh Yuan Chueh, para Argentina y América latina, Hawaii y Australia.

Augusto al Q'adi Alcalde

Augusto al Q'adi Alcalde

“Salud Rebelde” es una red de resonancias múltiples. La salud, como el amor, la danza, la alegría, es rebelde y tiende a romper moldes: las cosas duran antes de entrar en proceso de disolución.

—¿Qué es “Salud Rebelde”?

—Es un término que acuñé casualmente en un momento en el que estaba trabajando con un grupo de desocupados del sur de Buenos Aires que creaba un horizonte atractivo con luchas por un cambio social, que incidieran en lo cotidiano y no a través del poder del Estado y de las instituciones. Planteábamos una nueva subjetividad y una nueva  sociabilidad. Cuando el Che Guevara desembarcó en Cuba, se le presentó la disyuntiva: ¿llevaba caja de municiones o caja de medicinas? Decidió llevar la primera caja. A partir de allí, terminó con su carrera de curador.

—Usted, ¿qué hubiese llevado?

—Yo resolví esa dicotomía. Al acercarme a este movimiento, me acerqué desde lo político, y no pensaba hacer nada desde la salud. Pero un día una amiga sufrió un esguince en el pie y le hice una primera curación con acupuntura y no tenía ganas de generar algo asistencial. Aquí en Córdoba y en Río Ceballos hay suficiente cantidad de gente con necesidad y no quería trasladarme. Quería plantear algo que fuese único: cultivar semillas de salud que la elevaran.

—¡Plantar a un buen ser humano!

—Así es. Así surgió “Salud Rebelde”. Yo pensaba que la salud, como el amor, la danza, la alegría, es rebelde y tiende a romper moldes: las cosas duran antes de entrar en proceso de disolución. En ese tiempo, surgieron resonancias en el planeta y “Salud Rebelde” comenzó a ser una red de resonancias múltiples de gente que tiene puesto el corazón en el mismo lugar, pero que no conforma una organización, no tiene liderazgo y no aspira a que sea así tampoco.

—¿Qué se rompe en el cuerpo cuando la salud se pone rebelde?

—Se rompe un orden armónico dentro de sí mismo. Es por eso que la medicina tradicional china se emparenta con la de nuestros pueblos originarios. Generar salud o enfermedad a nivel social en nuestro país o en el mundo no es una cuestión individual sino colectiva.

—¿Qué se rompe en una sociedad como la de los pueblos de África y Asia, con tanta desnutrición?

—Se deteriora la identidad y el sentido de dignidad y valoración. Los países que han sido colonizados violentamente fueron denigrados en su identidad al intentar tomar otras que se parecieran a la de europeos y conservadores. Se rompe la identidad por querer pararse al lado de otro. Cada uno tiene su valor y brilla con luz propia y la definición de salud sería cuando eso sucede. Esas identidades brillan en salud y no se encandilan: se potencian. Eso indica el proceso de curación. Brillar, en los sistemas mayas, nahuas, quichés o chinos, es tener puntos que son centros, vórtices de energía vital que algunos dicen que pueden ver brillar.

—¿Hay indicadores que alertan sobre la enfermedad?

—Sí. Hay indicios o parámetros de diagnóstico, como postura, forma de pararse o sentarse, brillo de mirada y tono de voz. Confío en mi experiencia de treinta años, y si bien me he mantenido en un marco, juego con él. Apunto a eso para ver qué desorden hay.

—¿Qué identifica en cada uno?

—La mirada se relaciona con el corazón y el elemento fuego. Entramos en elementos sutiles. La postura es un todo, el rostro es el espejo del alma, la postura es la columna de la salud. ¿Cuáles están deprimidas? ¿Cuáles, tensas? ¿Cuáles son los meridianos desequilibrados? También hay puntos fuertes que no se van ni aun en el momento final.

—¿Cuándo se mueven otros puntos de energía para curar un dolor?

—En un caso de hemiplejia, se puede elegir meridianos, alejarlos, o se puede trabajar en el lado opuesto o sano. Hacerlo desde allí hasta llegar al lado desordenado.

—¿Conocemos eso como el Ying y el Yang?

—Son fuerzas de energía positiva y negativa. Cuando hablamos de formas indígenas en Sudamérica, hablamos de polaridad, de frío o calor. Hay manos más frías que otras y están relacionadas con el corazón y con el fuego.

—¿Qué preguntas se hace a menudo?

—¿Qué voy a comer esta noche? (risas)… En realidad, no me pregunto demasiado sobre cuestiones existenciales en esta etapa. Voy hacia los lugares eligiendo las direcciones en el mismo camino.

—¿Está en una etapa de cambio?

—Tengo ciclos en los que me meto en una cueva y digiero: es la hibernación; luego salgo: ¡soy extremo! Cuando estoy adentro, lo estoy, y cuando estoy afuera, me expongo. Estoy retomando la red de resonancias, “Salud Rebelde” y la reformulación de lo que es la práctica del camino de enseñanza del Zen y del Tao a través de la práctica del movimiento. Recomencé hace unos años con la reformulación del proceso en todas sus formas de transmisión y de relación en el trabajo de aprendizaje.

—¿Qué es el Zen?

—Desde lo teórico, es una corriente dentro del budismo y el taoísmo, que enfatiza el valor de la meditación y de la aprehensión vivencial de la comprensión de ¿qué es esto?, ¿qué es realidad? El Zen piensa qué es vida o muerte de una forma diferente de otras escuelas que presentan caminos filosóficos o de investigación intelectual o devocional. El Zen plantea la existencia ontológica; Zen es atención plena para mí y, en ese caso, representa un estado en el corazón del ser humano: estar vulnerable, despierto, activo, relajado.

—¿Cualquiera puede practicar Zen?

—¡Hasta los gatos lo hacen! Esta frase cerraba una entrevista que me hicieron una vez para un diario de Australia. Esto significa que no hay que estar rodeado de un aro dorado. En cualquier momento del cotidiano, podemos estar atentos a los procesos de la vida.

—¿Los animales son intuitivos?

—¡No más que la mujer! Creo que hay un error en los seres humanos al dejar de considerarnos animales; si fuéramos más animales de lo que somos, el planeta sería un mejor lugar. En el proceso de ir renunciando a esta percepción, hemos perdido cosas. Nuestros instintos están civilizados y no envían sus mensajes con total pureza. Hay un proceso vivo en los niños que no tienen los adultos. Hay un modo de sentir de los discapacitados que nos obliga a hacer una apertura para intentar, al menos, ver un mundo a través de otros ojos, de otra piel.

—¿Qué parte de la mente se rebela en los casos de locura?

—Posiblemente la falla no esté en ellos, sino en lo social. Quizás los locos son los más sensibles y vulnerables y, al no poder enmarcar sus aspectos emocionales, éstos se vuelven contra sí mismos. A esos aspectos le  llamamos «locura».

—¿Qué me dice de las personas que psicomatizan, que creen estar enfermas?

—Desde un enfoque tradicional de la medicina, nada ocurre que no pase por el cuerpo. Todas las enfermedades, mentales o emocionales, se reflejan en el cuerpo: no hay nada que no sea psicocorporal. Nadie se enferma del hígado sin tener un temperamento que lo acompañe y viceversa: nadie hace un brote psicótico sin que los meridianos en las líneas de energía (que representan el sistema orgánico) estén afectados también. Hay gente que tiende a producir o a sentir que las enfermedades están allí. He visto varios casos al respecto, en los que desvían la atención hacia algo más controlable, como la dolencia. Un paciente dice: “Tengo un conflicto interno” y genero una artrosis en la rodilla; es más fácil hacerlo que hablar de los procesos internos que fallan. Los idiomas asiáticos no dividen entre mente y corazón. Eduardo Galeano afirma que el hombre es “sentipensante”. Estoy de acuerdo: pensamos y sentimos con el cuerpo.

—¿Cuántas personas forman “Salud Rebelde”?

—Mantenemos la red con amigos de Australia, de Chile, de Hawaii dentro de un espacio de comunicación. Luego, hay otras que mantienen sus proyectos de resonancia, porque no hay un impulso a generar una organización o movimiento estructurado, como dije antes. Este año terminaron dos camadas en la escuela tradicional de medicina china y nacieron tres proyectos con gente de Córdoba, Neuquén y Salta. La idea de la autonomía pasa por el lado de que los grupos tengan una orientación, pero trabajen en forma independiente, porque las realidades son distintas. En los ámbitos se aplican prácticas de movimiento, se generan proyectos de salud, se toman sus propias decisiones y se enriquecen. Históricamente, hemos tenido suficientes estructuras jerárquicas y verticales y, además, recetas mágicas que no condujeron a nada. Si algo ha cambiado es que hoy tenemos que tener la capacidad en un territorio que no tiene mapa para resolver los problemas que se presentan.

—¿Qué relación existe entre la práctica terapéutica médica china y la indígena?

—En esta zona del planeta no he visto, en las corrientes tradicionales, antecedentes en los que haya puntos energéticos similares a los utilizados en el sistema tradicional chino y que hayan usado la inserción de agujas. En México y Guatemala, sí. Existe un sistema que se remonta a los nahuas, quichés, que utiliza polaridad frío y calor y utilizan inserción de agujas (que hacen de espinas de pescado o plantas) y tiene noventa y cinco puntos localizados, que son los mismos de la medicina tradicional china. Hay una discusión de eruditos que piensan cómo se puede dar una afinidad tan grande: el hecho es que se perdió gran parte del conocimiento en la conquista, mientras que China no perdió la tradición. Hay textos que plantean como certeza la posibilidad del contacto previo de los españoles entre China y Mesoamérica, donde se pudo haber producido el contacto, lo cual nos hace realizar una pregunta: ¿dónde se originó o dónde se realizó el proceso? De todos los que he visto es el que trabaja los mismos elementos con diferentes nombres; emplean masajes, digitopuntura, plantas y los puntos coinciden con los de la medicina china.

¿Cómo funciona la acupuntura en el estrés?

—No hay un tipo de estrés. Está interrelacionado con las dolencias corporales o psicoemocionales que tenga la persona. Es distinto un proceso de estrés que se termina alojando a nivel digestivo que un proceso que tiende a subir el azúcar en el cuerpo: hay meridianos por trabajar. Cuando se comienza un tratamiento, el desorden comienza a trasladarse: el mapa cambia. Lo más frecuente es el síntoma, aunque no es necesario que otro sistema orgánico se afecte.

—¿Cuándo llega la música a su  vida?

—Mi madre era concertista clásica de piano y de arpa; la música siempre formó parte de mi cotidiano y digamos que desde niño hago música. Mi primera banda se formó a los trece años. No creo posible vivir sin los instrumentos con los que hago música, porque el sentido de los ritmos incide en mi modo de ser, en el aspecto terapéutico, en las artes marciales, en el modo de vivir la vida, en el modo de tocarlos.

—¿Qué representa el tono de voz en una persona?

—Se puede detectar si la palabra sale, se expresa bien, sin tensión a nivel garganta o boca o si hay algo que está siendo retenido: si es alto o bajo, expresa modos de estar, de ser en la vida; seguridad o no, autoapreciación o no y, de hecho, cómo están los pulmones, esos dos motores tan importantes en el cuerpo humano.

—¿Elegiría un lugar en el corazón del mundo para relajarse?

—Hay varios; no hay un solo corazón. Son lugares en los que he estado con el cuerpo en un determinado estado de conciencia y emoción, acompañado por el paisaje. Bares en Hawaii , una piedra en la isla de Oahu, donde pasé horas mirando el mar. Son espacios que propiciaron la presencia total de mi ser y donde estuve sin conflicto o tensión.

—¿Un lugar al que volvería?

—Lugares internos. Hay otros a los que no volvería y otros a los que no quiero volver, que son lugares de pérdida donde hay dolor.

—Cuando se siente feliz, ¿con qué se conecta?

—Si me conecto con la música, tengo una tendencia a escribir una metáfora que me sirva en otro momento.

—¿Hay algún autor que haya escrito una letra que hubiese escrito usted?

—Andrés Calamaro y Cliff Richard, de los Rolling Stones.

—¿Qué canción toca Augusto?

—Augusto recrea su canción momento a momento y respeta el  entorno; muy rara vez me siento autor de una canción que no sea para todos. En este momento hay un pájaro en el jardín que está cantando y la perra y la gata lo están mirando con aburrimiento; esa sería un motivo de escritura. Busco objetivos; generalmente al  horizonte lo tengo claro pero puedo ir cambiando los caminos porque si no puedo llegar por determinado valle, intento por otro.

—¿Cuál es la cualidad que admira en usted?

—La consecuencia. Me considero fiel a mi camino, a mis pasos, con todos los errores. Me gusta verme consecuente.

—Y además, sensible….

—Ese adjetivo corresponde a los demás. Yo soy el otro y mis ojos así lo perciben: el canto de un pájaro, el observar un detalle, escuchar. El mundo interno pasa por un lugar donde una crítica hecha con afecto tiene la potencia de ser tomada por la persona para crecer, si no, se crea una coraza que se vuelve contra sí mismo. El hombre tiene tendencia a hablar, pero lo difícil es escuchar. Me gusta una frase que los hermanos zapatistas del movimiento del sur de México dijeron una vez: “La palabra es mitad de quien la dice y mitad de quien la escucha”. Y es así: lo que se escucha es lo que se refleja. Es un lugar común que nos identifica a nosotros con otra persona; si la palabra es sólo mía, no tiene sentido.

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