Domingo Faustino Sarmiento, semblanza de un estadista multifacético y emprendedor

Domingo Faustino Sarmiento, semblanza de un estadista multifacético y emprendedor

Entrevista al escritor Ricardo de Titto, quien valora la vasta trayectoria de Domingo Faustino Sarmiento, un hombre multifacético y emprendedor. Sus muchas cualidades, capacidades y áreas del saber lo definen como un hombre genial, fuera de serie. Y el estadista es, justamente, ese ser excepcional que tiene miradas estratégicas. El 11 de septiembre siempre es un día particular al que la Conferencia Interamericana de Educación reunida en Panamá, instauró como el Día del Maestro. En este día homenajeamos, no solo la obra del Gran Maestro sino que conmemoramos su paso a la gloria.

C.C.: ¿Por qué se celebra el Día del Maestro el 11 de septiembre de cada año?

En 1943 La Conferencia Interamericana de Educación reunida en Panamá instituye el 11 de septiembre como Día del Maestro Americano (o Día Panamericano del Maestro). En la resolución se lee: “Considerando: que es actividad fundamental de la Escuela la educación de los sentimientos, por cuyo motivo no debe olvidarse que entre ellos figura en primer plano la gratitud y devoción debidas al maestro de la escuela primaria, que su abnegación y sacrificio guían los primeros pasos de nuestras generaciones y orientan el porvenir espiritual y cultural de nuestros pueblos; que ninguna fecha ha de ser más oportuna para celebrar el día del maestro que el 11 de septiembre, día que pasó a la inmortalidad, el año 1888, el prócer argentino Domingo Faustino Sarmiento”.  La fecha no es casual: en vínculo con educadores de los Estados Unidos, Domingo F. Sarmiento fue fundador de los sistemas escolares de Chile y la Argentina; orientó a los de Paraguay y Venezuela; e inspiró el de Uruguay, cuyo artífice y constructor fue su discípulo José Pedro Varela. Sus escritos en libros o publicaciones –De la educación popular; Las escuelas, base de la prosperidad y de la república en los Estados; los Anales de la Educación Común dirigida por Juana Manso; Educación común, Ambas Américas– , sus artículos periodísticos – de cuarenta años desde El Zona hasta El Censor–  fueron, además, fuente de influencia en muchos otros países. El mensaje, persistente, fue casi siempre el mismo: la construcción de ciudadanía reside en la formación de la opinión (pública), y el progreso de la democracia social se basa en la educación “común”, esto es, laica, gratuita y con igualdad de oportunidades. Hacia el final de sus días repetía como una letanía: “hombre, pueblo, Nación, Estado, todo: todo está en los humildes bancos de la escuela”.

Ricardo de Titto, escritor

C.C.: ¿Qué aspectos de su vida como político, escritor, docente, periodista y militar elige como muy necesario en este tiempo en el cual vivimos?

Yo diría que hay uno que resume todo, el de estadista. Considero que Sarmiento, un hombre multifacético y emprendedor –hoy se los llama “polímatas” a quienes resumen muchas capacidades y áreas del saber– configura un hombre genial, fuera de serie. Y el estadista es, justamente, ese ser excepcional que tiene miradas estratégicas, de largo plazo, que la mayoría de sus contemporáneos no alcanza a avizorar e, incluso, comprender: eso son los casos de Copérnico, Galileo, Leonardo, Edison, Einstein, Darwin, Marx, Freud.  Todos ellos –cada quien a su modo– “cambió el mundo” o dio una nueva perspectiva. Yo no dudo en incluir a Sarmiento en esa galería selecta de genios de la humanidad. Y, además, considero que es el único latinoamericano que la integra en plenitud: en el momento de fundación de los estados nacionales el pergeñó un mundo republicano, construyendo ciudadanía en base a la educación como “cañón de futuro”.

C.C.: ¿Qué parte de la historia vivida por el Gran Educador fue la que sentó las bases de una Argentina que se encaminaba a ser grandiosa de acuerdo a los sueños del prócer sanjuanino?

El triunfo de Caseros y la caída del rosismo autoritario y unanimista abrió esa posibilidad pero los intereses locales y regionales postergaron la “organización nacional” con base a una constitución democrática, representativa y federal. En particular, la dependencia respecto de los intereses de la oligarquía terrateniente bonaerense y su dominio del puerto, el comercio exterior y la aduana impidió que el proyecto sarmientino de industrialización y desarrollo de la pequeña propiedad agraria con inmigración calificada idea básica para que se conformara un país capitalista moderno y pujante, impulsado por su mercado interno e independiente de las metrópolis financieras. El sueño de Sarmiento era sentar las bases para que la Argentina –o las Provincias Unidas, más exactamente– fuera el núcleo fundacional de los Estados Unidos de Sudamérica.

1870 – Retrato que Domingo Faustino Sarmiento le obsequió a Urquiza

C.C.: ¿Qué pilares sostuvieron a la “Educación Popular”

La idea primordial era la de brindar a todo el pueblo igualdad de oportunidades. Lo expresa muy bien criticando a quienes marginaban a los gauchos o aborígenes: Sarmiento exige que los docentes tengan “crecidos salarios”, brega por una escuela “inclusiva”. Ya lo ha hecho en Nueva York con los esclavos negros liberados cuando fue uno de los impulsores del avance de la educación de los afroamericanos liberados del oprobioso régimen esclavista y con su activa colaboración con la Freedman’s Bureau, la Oficina de Libertos de la que dejan constancia varias de sus cartas con Mary Mann. Sus escritos citan en varias oportunidades cifras e informes de la American Freedmen’s Union Comission (AFUC) y fue regular asistente a las reuniones periódicas en Nueva York mientras su cónsul fue Edward F. Davidson. “Cuando en los Estados Unidos los primeros estadistas me preguntaban algo sobre mi país, yo con dolor les contestaba que nuestra situación era igual a la de los estados del Sur, Allí, como entre nosotros, la sociedad está dividida entre aristócratas, que son los ricos, los que tienen la tierra y ocupan el poder, y poor whites, como allí les llaman a los blancos pobres… que no tienen fortuna ni quieren instruirse y forman la clase que se llama la “canalla”.

Esa huella –de cuando era embajador en los Estados Unidos– lo marcó de modo indeleble y profundo: “El Presidente [Ulysses] Grant acaba de proclamar el derecho del voto acordado por la ley americana a la raza de color, y se dirige al mismo tiempo al Congreso, para manifestarle que el ingreso a los comicios de los nuevos cuatro millones de votantes, traía la inevitable necesidad de proveer por medios más amplios a su educación”.

 “Entre nosotros –precisa luego– , la sociedad está dividida entre aristócratas, que son los ricos, los que tienen la tierra y ocupan el poder, y poor whites, como les llaman a los blancos pobres… que no tienen fortuna ni quieren instruirse y forman la clase que se llama la ‘canalla’. Y afirma: “La ley dice que se persiga a los ‘vagos’. Pero ¿cuáles son esos ‘vagos’?; ¿quién los ha hecho ‘vagos’ si no los gobiernos que no los educan? […] para que no haya ‘vagos’, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo para que todos sean iguales”. Educación, educación y más educación era su consigna para “incluir” a los tradicionalmente excluidos y marginados: cuando asumió la presidencia el analfabetismo rozaba al ochenta por ciento de la población, de acuerdo al censo que él mismo ordenó hacer en 1869.

C.C.: ¿Qué recuerdos de Provincia le gusta narrar por la intensidad de las vivencias de Dominguito junto a sus padres?

Llaman la atención en especial sus recuerdos escolares: él mismo cuenta que era pendenciero y revoltoso. Daría la impresión que, como alumno aventajado que ingresó a la “escuela de la patria” sabiendo leer y escribir, se aburría mucho en clase. De lo familiar resalta su inmenso cariño –casi devoción– hacia su madre y su temprano papel como “hombre de la casa” ante las reiteradas ausencias de su padre, que era un arriero, baqueano y rastreador, al punto que acompañó a Belgrano en Tucumán y a San Martín en Chacabuco.

1870 – Retrato de la tercera edición de «Facundo», 1868

C. C.: ¿Qué legado le ha dejado como escritor?

Entre los más grandes escritores de habla hispana, como nuestro Jorge L. Borges y el español Miguel de Unamuno, hay coincidencia en calificar a Sarmiento como el más grande escritor de habla hispana del siglo XIX. Él inauguró la novelística hispanoamericana. Pero su obra como escritor es tan vasta que resulta inclasificable: periodista por más de cuarenta años, crítico, polemista, apasionado escritor de cartas –se habla de cerca de veinte mil–, ensayista, escritor de ficción, historiador, extraordinario orador… Todavía hoy los archivistas y bibliotecólogos dudan en qué estante corresponde ubicar obras como Recuerdos de provincia” –una autobiografía, en principio–, Facundo –¿acaso una biografía de Quiroga o un ensayo de sociología?–  o Conflicto y armonía de las razas en América, su última obra de magnitud.

C.C.: ¿Cómo se engrandece su figura con el paso del tiempo?

Los argentinos debemos sentir orgullo porque un personaje de dimensión panamericana y proyección mundial sea originario de nuestras tierras. ¿Qué Sarmiento da lugar a polémicas y dijo muchas veces cosas destempladas y criticables? ¡Sin duda!, y no hay por qué ocultarlas, todo genio es polémico por definición. Pero construir un demonio a partir de algunas frases violentas o desafortunadas es un grave error en el que caen muchos falsos historiadores que hacen lecturas anacrónicas de sus obras. Sarmiento es un hombre del siglo XIX e hizo de la virtud una ética y de la transparencia un estilo de vida. Debe analizarse desde la perspectiva de su época y de su contexto social y político, el de un país que no existía cuando era joven y al que él ayudó a formatear en una república que lo despidió con los máximos honores en septiembre de 1888, a tal punto, que como hecho inédito en el mundo, ese día todos los diarios de Buenos Aires acordaron una edición en común, con los mismos textos en su recuerdo. Bajando por las aguas del Paraná, el féretro de Sarmiento estaba cubierto por cuatro banderas, las de Chile, la Argentina, el Paraguay y el Uruguay: ningún otro americano fue despedido de ese modo.

Más de Ricardo de Titto: 

Ricardo de Titto es docente, historiador, editor y ensayista. Tiene más de veinte libros publicados, en particular, sobre historia argentina y americana y ha sido director de la Colección «Claves del Bicentenario», de 21 títulos (El Ateneo, 2009-2010). Es autor de Yo, Sarmiento (2da. ed. Olmo-Amazon, 2019 y El Ateneo 2011), El pensamiento de Domingo F. Sarmiento (El Ateneo, 2009) y coautor con M. Meglioli de Una y otra vez, Sarmiento (Prometeo, 2016). Ha sido colaborador de Félix Luna, Carlos Floria y César García Belsunce y prologuista de B. Mitre, Hilda Sabato, M. Ternavasio y L. De Privitellio, entre otros. Integrante y fundador de la Asociación Argentina de Investigadores de Historia (AsAIH), fue asesor del Archivo General de la Nación y editor de la revista Legado. Es colaborador de los diarios Clarín, La Nueva (Bahía Blanca), La Gaceta (Tucumán-Salta) y de la revista Todo es Historia. Especializado en Conducción Educativa (La Salle, 1994) ha sido maestro, profesor, asesor pedagógico y directivo escolar en diversas instituciones educativas

Patricia Ortiz
Crédito fotográfico: Natalia de Titto Deleis

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