[Boletín Güemesiano] Nº 127

[Boletín  Güemesiano] Nº 127

Se conmemoró el Bicentenario de la Batalla de Suipacha. De acuerdo a los sucesos registrados, esta edición se basa en el relato de tres historiadores bolivianos: Carmela Cazón Segovia; Edgar Murillo Huarachi y Walter Zavala Ayllon.

La Batalla De Suipacha

Carmela Cazón Segovia en “Chichas, oro y sangre de la Independencia”, expresa: “Repelido en Cotagaita, el ejército patriota, con Balcarce, Güemes, Díaz Vélez y otros a la cabeza, retroceden hasta el vallecito de Cazón, librando las escaramuzas en forma de guerra de guerrillas que se prolongan hasta el 31 de octubre, a partir de lo cual, los patriotas continúan retrocediendo pero estratégicamente separados en dos bandos: uno que resguarda la hostilización enemiga y otro que se encarga de buscar refuerzos en el paisanaje de la comarca.

Mientras Güemes retrocede en línea directa, el Gral. Balcarce busca refuerzos bajando por el valle a Tupiza. Al llegar a la ciudad ya está resguardada por la vanguardia de Córdoba, que obliga a Balcarce a salir violentamente de Tupiza rumbo a Suipacha.

La paisanada chicheña, al ímpetu de Pedro Arraya y otros jóvenes reaccionarios, forma un contingente patriota de más de un centenar de briosos soldados, bien dotados de armas y cabalgaduras, que vistiendo regio uniforme de mezclilla, sombrero alón, polainas y poncho colorado a la usanza criolla, acuden a Suipacha a unirse al Ejército Auxiliar en el combate contra el Gral. Córdoba, ejército vivo del colonialismo español.

Los patriotas llegan a Suipacha, vadean el río, se ubican a la margen derecha, justo enfrente al sur de Suipacha, el 6 de noviembre al caer la tarde. Poco después se incorpora el contingente chicheño de caballería y otros refuerzos; cerca de la medianoche de ese mismo día, llega al campo patriota el Cnel. Viamont con la artillería pesada y el parque del ejército que había quedado en Jujuy. El Dr. Castelli había quedado en Yavi. El Cnel. Larrea de Tarija también llega ésa noche con más hombres.

Dispuesto el combate y parapetadas ambas fuerzas frente a frente, entre Suipacha y Nazareno, en la mañana del 7 de noviembre a eso de las 11.00 comienzan las acciones de la gran batalla.

El general Córdoba en avance al enemigo toma unas alturas del flanco derecho, dejando en el frente de su retaguardia y enarbolando dos banderas, una blanca y otra roja, se dirige a los patriotas, invitándolos por última vez a deponer su posición. Ofrece 50 pesos a quien se pase a sus filas y 500 pesos a quien le entregue un oficial y proponiendo paz con la bandera blanca, guerra con la roja, advierte que si al cabo de un tiempo no recogen ninguna, enarbolará una negra en señal de guerra a muerte…

Permaneciendo ambos ejércitos en silencio y sin movimiento alguno por más de una hora; hasta que Balcarce en estratégico plan adelanta al Capitán Dorrego con la artillería de dos piezas y 200 hombres hacia el flanco central del enemigo; entonces Córdoba lanza en ataque frontal a su vanguardia, que paulatinamente a través de un sistema de guerrillas, van ganando terreno sobre los patriotas.

Entre ataques y contraataques que se suceden, la infantería patricia empieza a retroceder, atrayendo tras de sí al enemigo. Córdoba, sintiéndose victorioso, se vuelca con todas sus fuerzas hacia el campo patriota; cayendo inmediatamente avasallado desde las alas y la retaguardia por una impetuosa caballería criolla, que lo coloca entre dos fuegos. En menos de media hora, el triunfo se decide para los patriotas y en breves refriegas con los últimos restos del enemigo, Balcarce toma el cuartel español de Suipacha.

Los realistas, entre ellos el mismo General Córdoba, junto al cura La Torre, se dan a la fuga por todos lados de los cerros y quebradas circundantes. De los patriotas solo muere el soldado Manuel Álvarez (abanderado de Tarija) y un Clase, don Eduardo Gaona (Salta) y quedan heridos doce.

El combate se prolonga hasta las cinco de la tarde. El saldo de la victoria es de 40 bajas, 150 prisioneros, 2000 tiros, 70000 cartuchos, 2 banderas y el tesoro del Ejército Realista. Este último, encontrado al pie de un churqui en el morro de Nazareno, donde colgaba un clarín y la imagen de Jesús Nazareno, colocados antes de la batalla por el general Córdoba con vista al campo de combate para que oriente su triunfo. (Este lugar quedó con el nombre de Nazareno en advocación a la imagen encontrada, tiempo después se fundó el pueblo).

Ese mismo día, a la una de la mañana, Balcarce hace llegar el Parte de la victoria al Dr. Castelli que aún se encontraba en Yavi. Este inmediatamente transcribe el Parte a Buenos Aires y cerca del medio día del 8 de noviembre está en vista del Cuartel General de Suipacha, desde donde manda al Cnel. Güemes por el camino de la Apacheta a cortar toda avenida  y tránsito a favor de los fugitivos realistas de la ruta Cinti-Potosí y a Balcarce lo envía por la línea Cotagaita-Potosí. Cumplidas estas diligencias, el jefe argentino se dirige al cuartel de la vanguardia en Tupiza, donde es recibido en medio de la algarabía y vítores de la población.

Por su lado, el escurridizo Gral. Córdoba, había logrado poner sobre aviso a Nieto para que el Conde de la Real Casa de la Moneda fugue de Potosí a fin de resguardar los caudales de la Hacienda y con fecha del mismo día 8 de noviembre, Córdoba hizo llegar, desde la clandestinidad, una carta de pedido conciliatorio, dirigida a Balcarce, sin éxito. El 9 de noviembre llega la Carta de Capitulación del Gral. Córdoba dirigida al Dr. Castelli, en mérito a lo cual ese día se declara de Regocijo General en el pueblo, concediendo toda clase de prerrogativas y dando armisticio a los reos comunes.

A partir de la batalla de Suipacha, los patriotas de Chichas ingresan activamente en la guerra de la independencia, cabiéndoles la gloria de ser protagonistas de la primera y última victoria de la redención alto peruana”.

Al finalizar el capítulo Carmela Cazón menciona las fuerzas patriotas que lucharon en Suipacha: Batallón 1ro al mando de Gregorio Perdiel; Batallón 6to al mando de Carlos Forest; Batallón Cazadores al mando de Abraham González; Húsares al mando de Martín Güemes; Caballería al mando de Martín Pueyrredon y Juan Ramón Balcarce y 1era Sección de Artillería al mando de Antonio Suárez.

Resultados

El Prof. Edgar Murillo Huarachi, en un balance sobre la batalla de Suipacha, dice en Glorias de la histórica región de los chichas en la Independencia: “Los patriotas que expiraron como consecuencia del fuego y fragor de la lucha de Suipacha, fueron el voluntario tarijeño de la localidad de San Lorenzo, Basilio Iñiguez, que muere heroicamente en la playa de Suipacha; el alférez de Salta Eduardo Gaona que fallece en Nazareno el 10 de noviembre por las heridas recibidas, siendo enterrado en el cementerio de Tupiza con todos los honores militares; y luego muere Melchor Bonedo, un efectivo de infantería del ejército argentino.

Por otra parte, los soldados de Balcarce que se habían pasado en Cotagaita al bando realista y que fueron hechos presos en Suipacha, en castigo por su traición fueron sentenciados a ser pasados por las armas en el mismo pueblo como ejemplo y escarmiento. Finalmente, terminada la batalla y la ejecución, los muertos de uno y otro bando fueron recogidos por el alcalde de Suipacha, siendo sepultadas las víctimas en los alrededores de la Iglesia del pueblo”.

Premio de un Escudo a los vencedores

Dice el Prof. Murillo Huarachi: “La Junta de Buenos Aires, en virtud a los servicios, fervor patriótico y heroísmo prestados por los combatientes en la Batalla de Suipacha, decide premiarlos por Decreto del 28 de Noviembre de 1810 con ascensos militares, sueldos vitalicios para los oficiales, vestuarios, gratificaciones extraordinarias para sargentos, cabos, soldados, etc. Además como premio principal les faculta a que usen en el brazo derecho un Escudo con la inscripción “La Patria a los vencedores de Tupiza”.

En otro párrafo expresa el autor mencionado: “Sobre las características y uso del Escudo, el Dr. Armando M. Vega Herrera en “Suipacha, Iniciación y Gloria”, editado en Buenos Aires en 1952, complementa sus detalles refiriendo:

“Usen en el brazo derecho un escudo de paño blanco, ovalado, con la inscripción en hilo de plata: La Patria a los vencedores de Tupiza. Circunda la leyenda un cordón de hilo de plata. El autor continua detallando el escudo con una aclaración: “Por resolución superior de fecha 17 de mayo de 1947 se acuerda el uso del escudo de Tupiza al personal del Regimiento 2 de Infantería “General Balcarce” con el agregado de dos ramas de laurel”.

Luego el Prof. Murillo Huarachi expresa: “Al no estar al alcance una argumentación explícita sobre el contenido, mensaje y significado de la leyenda escrita en este Escudo, por el pensamiento de la época se puede deducir su comprensión que La Patria, era todo el territorio del Virreinato del Río de la Plata, las provincias unidas argentinas y alto peruanas hoy bolivianas; a los vencedores fueron toda la gente patriota particularmente de Buenos Aires, Salta, Jujuy, Tarija, Chichas, Cinti, vencedores que en un esfuerzo y sacrificio conjunto ganaron la batalla.


Laureles en el Río De La Plata

El 12 de Agosto de 2010 el ARA Ciudad de Rosario de la Armada Argentina, surcaba las aguas del Río de la Plata con una preciosa carga de corazones encendidos y palpitantes de incontenible emoción. Esa tarde, luego del homenaje tributado a Martín Miguel de Güemes en El Retiro, se cumplía un anhelo largamente acariciado: honrarlo allí, en el lecho del mismo río cuyas aguas doscientos cuatro años atrás fueran testigo de su hazaña.

El buque transportaba en su cubierta a quienes arrojarían los laureles en memoria del héroe. Luego del rezo de la oración de los Gauchos concretaron el magno acontecimiento el Ministro de Educación de Salta, Lic. Leopoldo Van Cawlaert; el Pdte. de la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes, Ing. Carlos Diez San Millán; el Director de la Escuela Naval, Contralmirante Álvaro González Lonzieme; el Contralmirante Rafael Cornejo Solá; el último socio fundador de la Agrupación Tradicionalista de Salta Gauchos de Güemes, Carlos Ceballos y Jorge Virgilio Núñez. Testigos privilegiados acompañaron con unción el emotivo acto. Un ¡Viva Güemes! sofocó las gargantas cuando la corona fue arrojada al Río. La incontenible emoción estalló en aplausos mientras un frío viento acompasaba las lágrimas que el cielo vertía. Otra vez la sudestada se abría paso, permitiendo revivir el glorioso 12 de agosto de 1806 que se evocaba.

Era la segunda vez que Carlos Ceballos participaba en un homenaje tan especial. La primera fue 64 años atrás, cuando sus cinco inocentes años fueron bautizados de patriotismo en ésas mismas aguas. El regocijo que impregnó su  alma fue total.

Cuando la tarde se fue apagando Virgilio Núñez desbordaba en satisfacciones. La misión había sido –por fin- cumplida.

Prof. María Cristina Fernández
Académica del Instituto Güemesiano

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macacha@infovia.com.ar

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