Seducción, la novela de Ana María Torres

Seducción, la novela de Ana María Torres

Entrevista a Ana María Torres, autora de la novela que narra la historia de una mujer que decide vivir un amor intenso y pasional. “Estoy aquí, aterrada de amor, entre árboles azules. Elena Garritani, La Madriguera”.

—¿Cuándo se presentó su novela Seducción?

—Fue el 1 de septiembre de 2010, en la Alianza Francesa Fortabat. Fue una tarde muy feliz para mí; más de ochenta personas concurrieron para conocer mi libro. Los presentadores fueron Susana Botto, una intelectual muy profunda, y Eduardo Paz Lestón, quienes se refirieron a mi texto en formas diferentes. Del libro leí el comienzo del capítulo XXII, que me gusta mucho, y que relata el viaje a una estancia que les deja a los protagonistas un recuerdo muy lindo. El acápite dice: “Estoy aquí, aterrada de amor, entre árboles azules. Elena Garritani, La Madriguera”. Luego Victorio Veronesse leyó los fragmentos del último monólogo de Ricardo, el seductor. En el final, se sirvió una  copa de vino

—¿Cómo imaginó al seductor y a la seducida?

—Nació en la época de la epidemia de la gripe A. En ese año se habían suspendido las actividades sociales y me quedé en casa; fue en ese tiempo en el que empecé a dar forma a mi novela. Está dividida en dos planos, el de la autora y el de historia propiamente dicha. En cuatro meses la desarrollé y me sucedió que llegué a convivir con Seducción. Fue una experiencia novedosa.

—¿Qué nos cuenta en Seducción?

—Esta es mi primera novela. En principio, fue una historia en la que Isabel se enamora apasionadamente de Ricardo. Después me di cuenta de que tenía que abrirla un poco más y surgió el personaje de Alejandra, la amiga compinche que siempre está. Se agrega Alberto, el enamorado de Isabel, que no es correspondido.

—Hay un planteo original en el cual la autora interviene en la vida de Isabel y de Ricardo. ¿En qué episodio decide que aparezca?

—Sí. Este juego ha sido original: la autora se encuentra con los personajes. En un capítulo, el médico le dice que son alucinaciones; en el monólogo de Ricardo, le dice a la autora que no lo haga quedar mal en la novela.

—¿El diálogo controlaría el accionar de cada uno se los personajes?

—De alguna manera, se acercan; se escapan de la ficción y se hacen  más reales. Lo dice Tomás Barna refiriéndose a Seducción y a la película de Woody Allen (La rosa púrpura de El Cairo). En otro pasaje, la escritora les pregunta si les gustó. “No queremos que te ocupes de nosotros”, responden. También Isabel, la protagonista, la llama y la reta porque le dice que es machista, ¡ella no quiere ser un personaje victimizado por Ricardo!

—¡El último encuentro con el personaje masculino lo revela como un gran seductor!

—¡Así es! Ricardo termina de hablar y Teresa lo mira embelesada mientras él se ríe: “Soy peligroso, Teresa. No me deje quedar mal en la novela… qué suerte que nos encontramos… usted es mi invitada. Y la acompañó hasta la puerta…”.

—¿Cuál es la parte del libro que le costó más?

—Fue la primera parte, la de la autora que piensa, decide, actúa, se muestra y define el destino de los personajes: Isabel tiene miedo de que alguien la mate y allí cuento otras historias en las que una mujer deja a su pareja porque la relación es insostenible, cuando otra mujer, por escapar de un hombre, cruza la calle y la atropella una motocicleta. Hay algo de suicidas, como en Madame Bovary o Silvia Plath. “Ojalá que no se suicide”, dice Teresa. La literatura está presente cuando recuerdo que Clarice Lispector hace matar a dos jóvenes atropelladas por autos…

—¿Qué sintió cuando desarrollaba la historia?

—Pensé: “¡Qué cruel! En mis cuentos hago morir a personajes”.

—¿Cómo es Isabel?

—Isabel y la amiga son traductoras públicas, de buen pasar económico. El nudo de la narración es que tiene en claro que quiere tener una pasión; no importa lo que dure, cómo sea. Para ella es una experiencia vivirla, la sufre y quiere que sea así.

—¿Cuáles fueron los personajes con quienes se sintió más cómoda?, ¿los femeninos o los masculinos?

—Ricardo me interesó como seductor; y el enamorado de Isabel, Alberto, es correcto. Me parece que salieron bien. Con el correr de los años, una escritora conoce más: considero que lo he logrado.

—¿Qué aparece primero, la musa inspiradora o la historia pensada?

—Leí un artículo de Juan Bosh sobre el cuento y  habla de realizar un plan, pero jamás pude hacerlo. Cuando me siento frente a una hoja, aparece una persona que escribe por mí. No puedo hacerlo de otra manera. El inicio es difícil, mas cuando empiezo no me detengo: si lo hago, se va la inspiración.

—¿En qué escalón se encuentra su carrera?

—En un buen momento. Seducción es mi texto número trece, y me está trayendo buena suerte. Ahora quiero un espacio para mí, alejarme de los personajes. He emprendido los géneros de cuento, poesía, ensayo, teatro; luego, literatura infantil y el único era la novela, a la que me parecía imposible llegar. Reeditaré en breve tiempo el de literatura infantil: Rosalinda y los duendes del jardín.

—Si fuera una lectora, ¿qué comentaría de la novela?

—Es más común que un hombre tome posesión de una mujer y la victimice. Isabel también lo hace con la amiga y con el enamorado, quienes se preocupan y son seducidos por Ricardo. Me gusta lo del canto a la amistad, el amor, apasionado con letras mayúsculas, la desesperación…

—¿El título la sedujo desde el principio?

—¡No! Llegó al final, luego de leerlo varias veces. En el libro están presentes el tema de la muerte, el suicidio, pero por sobre todas las cosas es un canto a la amistad y a la lealtad. Llegué a la conclusión de que debía tener una sola palabra y fue: “Seducción”.

—Ha elegido un título impactante, con una hermosa tapa, una trama interesante: ¡yo quería que Isabel se salvara, que usted hiciera algo por ella! Le confieso que su novela me ha seducido…

Patricia Ortiz


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