Menores y violencia tóxica: responsabilidades compartidas. Parte I

Los chicos eligen la calle para expresarse como «adolescentes». ¿Qué elementos y qué problemática aporta cada uno de ellos, de dónde vienen, qué y quién los coloca en esta escena pública?

Síntoma: récord de jóvenes ahogados en la costa bonaerense en enero: al menos el 30% mostraba rastros de alcohol en sangre. Al resto, aún no se le habían practicado las autopsias. En Ciudad de Buenos Aires, se multiplicaron los hechos de violencia a la salida de locales bailable,s sin diferencias sociales entre las víctimas.

Consulta: Caminos Culturales  ubicó al psiquiatra Carlos Abraham, de la Dirección de Prevención y Asistencia a las Adicciones del Municipio de La Matanza.

Justificación: este partido, lindero con la Ciudad de Bs. As., alberga a sus más de dos millones de habitantes en forma desigual, entre caras urbanizaciones residenciales, zonas fabriles, asentamientos muy pobres e incluso localidades de baja densidad poblacional y explotaciones agrarias: Extenso territorio y realidades complejas. Un muestrario.

Sorpresa: para respondernos, el Dr. Abraham reunió a un panel de profesionales de la Dirección: los licenciados en psicología Francisco Sacco y Antonio Sotto, la psicóloga social Claudia Gontard, Claudia Sanabria y Miguel A. Narváez.

Surgió entonces una libre y larga charla sobre política, sociedad, enfoques sanitarios, integración de profesionales y reparticiones entre sí, sectores en riesgo y (recurrente) la conciencia de la prevención.

Tan interesante fue la entrevista que debimos dividirla en tres notas: Aquí la primera.
Los responsables van saliendo a escena

Analizar el problema de la violencia tóxica excede cualquier esquematización: comenzamos hablando de los protagonistas y derivamos hacia los medios de comunicación, la tarea de informar, de recoger la manera «tóxica» de mostrarse de los menores.

Porque afirma el licenciado Antonio Sotto que los jóvenes están victimizados por los medios: «Veamos este programa dedicado a casos policiales en el que aparecen casos de jóvenes extremos (se emite semanalmente por TV abierta y con buenos puntajes de rating). Me parece que se los presenta de una forma muy fuerte. Analizando el lenguaje, cómo actúan, cuáles son sus expectativas sobre un futuro mejor, en nuestro equipo empezamos a trabajar sobre la idea de si el Estado tiene un formato parecido de lectura respecto de la victimización de los jóvenes».

Y lo serían: víctimas de un sistema mercantil del que forman parte los medios. El Dr. Carlos Abraham agrega que es un tema complejo. Por tanto, esta complejidad necesita un análisis profundo; de lo contrario, nos encontraremos ante el riesgo de elaborar respuestas espasmódicas, al modo de los medios, que también trabajan esto en forma espasmódica, quedándose en el mismo punto cada vez.

“Si los medios tratan así estas situaciones complejas, es como si ante una situación compleja médica equis queremos curar con una aspirina. Por el contrario, debemos analizar, estudiar, hacer exámenes de laboratorio.

Y el enfoque es espasmódico porque no hay profundidad: no se sientan los actores a discutir ni a profundizar en las causas reales de esa violencia. Si hay varios actores en juego en relación a las causas, hace falta que esos actores se sienten a pensar conjuntamente. La opinión que nosotros podamos dar es parcial.

“Entonces”, continúa el Dr. Abraham, “se nos ocurrió traspolar lo que hacemos como terapeutas cuando nos hallamos frente a una situación compleja. Tratamos de historiar, si no, no podemos entender lo que pasó: de una sesión -que sería un corte transversal- sacamos algunas cosas, pero nos quedamos a medio camino. Consideramos que para entender algo, primero hay que historiar.

“Acá historiamos que las causas de la violencia y el descontrol no son de ahora, no surgieron por generación espontánea. La gente a veces se asusta por las situaciones de violencia en la costa bonaerense. Nosotros, que venimos trabajando en Prevención en La Matanza, sabemos que hay situaciones que ocurren en el Conurbano, pasan en la Capital Federal o en La Rioja; el problema es algo mucho más profundo y general, pasa en todo el mundo desde que estamos globalizados”.

La psicóloga social Claudia Gontard añade otro punto de vista: «En el mundo, después de las grandes represiones, llegaron épocas en que límites y responsabilidades se desplazan; es algo cíclico. Y después de una época de grandes represiones como la que hubo en la Argentina, hay un laissez faire en que los padres no se hacen responsables. Hay comunas en las que se responsabiliza directamente a los padres de los actos que cometan sus hijos respecto del descontrol de drogas, alcohol y de los desmanes que provoquen, por ejemplo, en boliches bailables. No recuerdo en qué comuna escuché en el noticiero que se dictaminó que directamente el padre del menor se tiene que hacer cargo de la responsabilidad sobre los actos de los menores.

La obscenidad

Es otro ingrediente que provoca las dudas de este cronista: mostrar las «hazañas» provocadas por ingestas desmesuradas nace de la iniciativa de sus propios protagonistas. Muchas veces. El Dr. Abraham tiene una idea sobre por qué las generaciones anteriores parecíamos más pudorosas de nuestra intimidad: según él, hoy no hay mayor obscenidad que pasar una guerra por televisión. ¿Hablamos de que un flogger se pelea con un cumbio y no decimos nada de que EE.UU. se cansaron de pasar guerras por TV? Repetidas cincuenta veces y en todos los horarios, incluido el de protección al menor, con una interpretación: las guerras eran quirúrgicas, dirigidas a objetivos específicos y todo lo que pasaba alrededor eran daños colaterales. Sólo se muestra el misil, pero ese misil se lleva niños, mujeres, ancianos.

Es la mayor de las obscenidades: ¿Nos vamos a horrorizar de los chicos que exhiben una escena de violencia en el Abasto Shopping? ( se refiere a una pelea entre tribus en 2008, ampliamente mostrada desde Internet y luego a través de medios televisivos).

No obstante, el Lic. Sotto no se queda en respuestas lineales. “El problema es complejo”, dice. “Nosotros nos formamos pensando en la adolescencia y ya hay bastantes profesionales que piensan que no existe una sino las adolescencias. Entonces, son diferentes adolescencias, como hay diferentes familias; son distintas construcciones. Y lo que quería resaltar es que estos adolescentes se formaron en simplificar lo complejo y, por otro lado, hacer visible (público) lo privado… Definición de obscenidad: poner en escena lo que debe estar fuera de ella. De forma que nos estamos enfrentando con cosas muy complejas que nos desafían a agudizar el ingenio para poder desmenuzarlas, desmontar esta construcción que viene desde otro lado.

La idea que yo quiero presentar en esto de las responsabilidades compartidas es: por un lado, decir que se simplifica lo complejo, se hace público lo privado y fundamentalmente –me voy por el lado de lo teórico- se fija posición, transforma e induce pensamiento. Con lo cual no es ya la cuestión de qué es lo que yo analizo. Porque hoy te matan con la información, consumo y eso me da la existencia, en tanto que lo que en realidad me daría la existencia es tener un pensamiento crítico, crítico de eso que quieren que yo consuma”.

El Lic. Sacco discrepa levemente sobre las adolescencias a la hora de exhibir. Como había planteado Guillermo Jaim Etcheverry en La tragedia educativa (EUDEBA, Bs. As. 1999) hay ruptura entre la tele y la lectura. El lenguaje de la TV es ese flash momentáneo que captura esta escena ¿Cuál es la escena? La calle.

Los chicos eligen la calle como escena: en eso, aunque se trate de un grupo de gente, son todos «el adolescente». Después, hay que ver en cada caso qué elementos aporta cada adolescente, de dónde vienen esos elementos, qué los coloca en esa escena, y la escena es pública.

Se constituye a través de la mirada de otro. No es que está reclamando una falla, sino que la mirada del otro completa la escena de los chicos, llegamos al canal… después cada uno pone su propia singularidad en esto, de pegarle a ”otro».

Una interpretación acerca de que los propios protagonistas publiquen estos hechos por Internet, a la que añade Claudia Gontard: “Es que necesitan mostrarse, lo que está diciendo el adolescente es ‘Acá estoy, véanme’, constantemente”.

Ese «Acá estoy» al que aludía Claudia Gontard ¿no es también un pedido de auxilio? “Volvamos al principio”, dice la psicóloga social. “La familia rige la mini-sociedad, la familia es el primer eslabón de una sociedad. Si falla la familia por el consumo, la globalización, el compre ya y el ir más rápido, va perdiendo las bases, como se perdió el respeto a los abuelos y el respeto al otro. Hoy es muy raro ver en un colectivo que se le ceda el asiento a una embarazada. Las bases se han ido rompiendo”.

Sobre semejante ruptura opina el Dr. Abraham: “Hoy no podemos hablar de la familia que algún día conocimos, se transformó. En algunos lugares aún se conserva, pero también se ensamblan con otras familias, vive el papá con hijos de otros padres. Se está transformando sobre todo en los hogares más castigados o vulnerables y en los lugares más empobrecidos. Esto ha hecho estragos.

El cabeza de familia se quedó sin trabajo, la madre tampoco tenía trabajo. Y una familia sin trabajo… ¿Cuál era el concepto de salud de Freud? Trabajar y poder amar para tener salud. Si vos el día de mañana te quedás sin trabajo y no podés conseguirlo, te vas a empezar a deprimir. Conforme a tus conductas, un psiquiatra te va a decir: ‘Ud. está deprimido’”.

Y presentado el síntoma, no queda otro camino que pedir auxilio: en esta primera nota y en términos de información, es el aporte que brindamos desde este lugar de periodista. La próxima nota hablará sobre los abordajes médicos; veremos que algunos pueden dar mejores resultados que otros, pero por hoy, nuestro tiempo de consulta ha terminado.

Juan Manuel Avellaneda

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