En la Villa de Merlo, la historia de la Hostería de los Césares, tiene nombre de mujer.

En la Villa de Merlo, la historia de la Hostería de los Césares, tiene nombre de mujer.

Norma Barroso llegó hace veinte años y decidió quedarse para construir un proyecto, una vida y un servicio. Esta mujer empresaria, con muchas inquietudes, dirige un lugar de ensueño donde se destaca la armonía de sus vistas, la ubicación y la tranquilidad del lugar.

El auto se detuvo en Av. de los Césares al 1545. Abrí la puerta de entrada a un hermoso jardín y subí la escalera. Desde allí observé las sierras como marco de un cuadro bellísimo cuyo centro, la Hostería de Los Césares con su blanco frente y sus tejas color terracota, le dio un toque europeo a una tarde calurosa. Sólo un viento suave al llegar a la terraza movió los árboles del parque. Inspiré; el aire puro del “tercer microclima del mundo” ingresó en mis pulmones. Sin mucho protocolo, el distendimiento comenzó a tomar posesión del cuerpo; el silencio se quiebra solamente por el canto de los pájaros que actúan en la siesta-

Norma Barroso nos recibió  cálidamente. Una taza de té y tostadas recién hechas fueron el preludio de nuestra charla.

—¿Cuál es la historia de la Hostería de los Césares?

—Vinimos a pasar unos días de camping con la intención de conocer el lugar e interesarnos por repostería europea. Volvimos a Bs. As. y a los cinco días mi marido sacó un pasaje y ¡me mando aquí! Viví dos meses alquilando y siempre que nos  queríamos ir aparecía algo más que nos atraía; primero la casa para alquilar y luego el terreno para edificar. Mi hijo diseñó la construcción y al año vine a vivir sola. Esto comenzó en 1990: yo era la batuta de la construcción y del emprendimiento; mi esposo, Néstor Desulovich, llegaba todos los fines de semana hasta que hace dos años se quedó aquí. Es una empresa familiar que siempre manejé a mi manera. Mi pasión siempre fue la “cocina” y durante los primeros años, la repostería europea se desarrollaba en la casa alquilada abajo, pero la construcción llenó la casa con material y dejé. Cuando la Hostería estuvo terminada, durante muchos años brindamos servicio de “media pensión”, y tenía servicio de buffet froid y pastelería, para casamientos y cumpleaños de quince.Mi madre ha sido una excelente cocinera.

Norma no ha perdido la costumbre de trabajar. Ella va, viene y controla que todo esté en orden. Su calma es digna de un lugar al que le dedicó veinte años de su vida.

—¿Por qué eligió el nombre Hostería de los Césares?

—Como le decía, al comenzar tenía un salón de té, “Tía Norma”, nombre poco comercial, y para habilitarlo me exigían un nombre. Entonces pensé en el nombre de la Avenida de los Césares, donde está ubicada la actual Hostería.

—¿Qué le gusta del lugar?

—La seguridad, la tranquilidad y la gente. Aunque hoy mi vida se enriquece con otras actividades: pertenezco al Coro Hilos de Plata, aprendí a tejer en telar, a nadar. Voy haciendo cosas que antes no podía.

—¿En qué se basó para decidir el estilo de la casa?

—El diseño lo hizo mi hijo. Siempre supimos que queríamos una hostería. Cada vez que íbamos a Bariloche me gustaba ver las casitas típicas del lugar, de estilo alemán, y la repostería. Por eso mantiene el color, los caminos, el verde; la madera, el blanco.

—¿Qué prefieren los turistas de este lugar?

—La tranquilidad, el paisaje y la calidez de la gente. Este es el Rincón, y pasando el Arco, es el Rincón del Este. Estamos en el medio de Merlo; más arriba está el Rincón de la Sierra.

—¿Qué comodidades tiene?

—Podemos recibir a treinta y dos personas, en habitaciones triples, matrimoniales y cuádruples. Se puede disfrutar del inmenso parque y de la pileta de natación, y en las mañanas, desde el desayunador se observa el paisaje. Recuerdo que hace unos años hacíamos una parrillada para todos en el parque, era muy lindo… ¡Ahora no puedo con todo!

—¿Qué oferta en cursos encuentra una señora que llega a la Villa de Merlo?

—¡Muchas! Pintura, artesanías, trabajo en madera, vida social, ayuda y caridad, cuidado de animalitos y niños con discapacidades diferentes. Merlo da para todo. Hay clases de natación, bailes, tango, conga, salsa.

—¿Comenzaría aquí, de nuevo, el mismo emprendimiento?

—¡Sí! Aquí lo haría. Si vendiera el lugar, me quedaría en Merlo por los amigos, las fiestas. Nosotros ya estamos hechos, empezar de nuevo es difícil. A los 49 años no fue nada iniciar y llevar adelante la Hostería, pero hoy es otro momento. Con la energía se hacen muchas cosas, pero el cuerpo tiene veinte años más: no obstante, mi carácter me impulsa a hacer algo y, si no lo tengo, lo busco.

—¿Cómo define a su paraíso?

—¡Mi lugar en el mundo!

Patricia Ortiz

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