Andrés Vecino Sánchez, presidente del Centro Extremeño en Santa Fe, Argentina

Andrés Vecino Sánchez, presidente del Centro Extremeño en Santa Fe, Argentina

Conocí a Andrés Vecino Sánchez en la celebración del Acto de Hermanamiento de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, capital de la provincia de Santa Fe, en Argentina, y Villalba de Loza, en la provincia de Burgos, España, cuna del fundador de Santa Fe, Juan de Garay. En esa ocasión, el entonces intendente (alcalde) anfitrión, ingeniero Mario Barletta, había invitado a participar del acto a los representantes de las distintas asociaciones españolas con sede en la ciudad. Entre ellos se encontraba Andrés, presidente del Centro Extremeño de Santa Fe.

—Andrés, ¿podrías contarnos de tu llegada a Santa Fe, junto con tus padres, dejando atrás la tierra extremeña?

—Nací en Torrejoncillo, en la provincia de Cáceres, Extremadura, España, el 26 de julio de 1949. Mi padre Eloy era zapatero remendón y, al poco tiempo de mi nacimiento, marchó hacia Alicante, pues en el pueblo se había cerrado la fábrica de zapatos donde trabajaba y no tenía con qué darnos de comer. Estuvo un año allí, trabajando en la zona portuaria como zapatero, pero al recibir una carta de una tía suya, hermana de su padre, Obdulia, que vivía en Santa Fe, Argentina, se ilusionó con la idea de buscar nuevos horizontes y poder paliar, de alguna manera, las zozobras que estaba padeciendo en España.

Así fue como se marchó hacia Argentina, ante el llanto de mi madre, dejando tras de sí a su esposa embarazada, a mí mismo y a sus hermanas y sobrinos. Partió con unas pocas pesetas, un paquete de tabaco, el pantalón remendado y muchísimas ilusiones por delante. ¡Ah!, y con la deuda del pasaje que le había pagado tía Obdulia.

—Supongo que, debido a lo pequeño que eras, los recuerdos tienen que ver con el relato de tus padres. ¿Qué recuerdas de lo que decían del puerto de Vigo, de donde seguramente partieron? ¿Había más extremeños en Santa Fe?

—Embarcó en el puerto de Vigo, en Galicia. La travesía duró cuarenta días y llegó a Buenos Aires, donde lo esperaba la tía; y luego de una agotadora jornada de viaje en tren, recaló en la ciudad de Santa Fe, pero no se quedó allí, se instaló en Laguna Paiva, pueblo ferroviario floreciente en aquella época, que tenía unos talleres que ocupaban a más de 7.000 obreros, el segundo en Argentina, luego del de Tafí Viejo, en Tucumán. Fue a Laguna Paiva pues allí había varios torrejoncillanos y uno de ellos, un tal Ramos, tenía una zapatería en la cual comenzó a trabajar.

Para no hacer tan tedioso mi relato, les diré que en un año mi padre le pagó el pasaje a la tía Obdulia y juntó las perras necesarias para el pasaje entero de mi madre y los medios pasajes de mi hermana y el mío. Partimos una fría mañana de febrero del puerto de Vigo y llegamos en abril de 1952 a Buenos Aires, luego de pasar mil peripecias en el viaje. La más importante fue el amotinamiento de la tripulación frente al capitán, por lo cual estuvimos varados en Canarias diez días, hasta el arribo de una nueva tripulación. El barco era el Tucumán, argentino, el capitán respondía al peronismo, los tripulantes se amotinaron pero fueron relevados y el capitán siguió a cargo.

Después de estar un año sin ver a mi padre, el cual conoció a mi hermana María de las Mercedes a los ocho meses de vida, ya no lo conocía y le decía » señor «, y mi madre me decía “no, Andresín, no es señor, es tu padre”, y yo le decía entonces «señor padre».

Al principio vivíamos en un conventillo con un sólo baño para más de diez familias. A mi padre no le gustaba, por supuesto, tal hacinamiento y comenzó a juntar dinero para poder comprarse una casita. Así lo hizo, en 1956, luego del golpe militar que derrotó a Perón; había en venta una casa muy grande en el centro de Laguna Paiva que había sido una Unidad Básica del peronismo, que estaba muy barata y que nadie tenía interés en comprar. Como a papá no le importaba, aprovechó y la compró. Ya había nacido mi otra hermana, Mirta.

Mi padre luego entró a trabajar en el ferrocarril, pero siguió trabajando de zapatero hasta un par de años antes de su muerte. Nos dio educación a los tres hermanos, nunca nos faltó nada, tuvimos de comer lo que quisimos, nunca lujos, nunca ropa de marca, pero los tres hijos de don Eloy fueron a la facultad y se recibieron, y nos dio lo más importante: la honradez, la decencia y el amor al trabajo. En Laguna Paiva había una gran cantidad de extremeños, pero eran gente de trabajo, apenas se veían, no compartían reuniones entre ellos, eran otras épocas.

—Más allá de tu activa participación en el colectivo de inmigrantes españoles en Santa Fe, ¿a qué te has dedicado, cuál es tu profesión?

—Yo estudié Técnico en Saneamiento Industrial, en la Escuela de Sanidad, en Santa Fe, pero jamás trabajé en algo relacionado con mi título, pues al salir del servicio militar (tuve que adoptar la nacionalidad argentina para poder estudiar en la facultad) comencé a trabajar como empleado administrativo en una empresa de productos lácteos de la zona, donde me retiré luego de 32 años de labor. Estudié también fotografía, y hasta la actualidad sigo desempeñando, desde hace 25 años, el rol de fotógrafo de sociales. Tuve un par de infartos, y es por eso que me jubilé por invalidez, lo que me permitió, al estar sin responsabilidades laborales, dedicarme a lo que más quería, «la extremeñidad”.

—¿Cuándo se formó la Asociación Extremeña de Santa Fe y en qué otras ciudades de Argentina existen centros de esa comunidad autónoma?

—Fui el fundador en 2003 del Centro Extremeño de Santa Fe, donde fui elegido Presidente, cargo que ocupo hasta la actualidad. Ya llevo 6 mandatos, mis paisanos no me dejan retirar. Tenemos un total de 180 socios, que son fruto de unas 15 familias extremeñas tradicionales de la zona, 40 somos nativos y los demás, hijos, esposas, maridos, nietos. En Argentina existen también varios centros extremeños más, en la ciudad de Rosario y otros tres en Buenos Aires; desconozco la cantidad de socios que poseen.

—¿Qué actividades principales desarrolla la Asociación? ¿Mantienen contactos con instituciones de Extremadura como lo hacen las asociaciones gallegas con los organismos de Galicia?

—Realizamos anualmente tres fiestas. En el marzo festejamos el Aniversario de la Asociación; en septiembre, el Día de Extremadura; y en diciembre, la fiesta de despedida de año. También solemos reunirnos una o dos veces por mes en una peña, donde escuchamos música de nuestra tierra y degustamos algún platillo tradicional. Realizamos todos los trámites que nuestros paisanos nos solicitan, pues integramos en Santa Fe la Mesa Coordinadora de Entidades Españolas, ente que se ocupa de todo lo referente a las necesidades de la colectividad española. Pertenecemos a la Junta de Extremadura, nos debemos a ella como entidad madre, pero debo deciros que nosotros nos autoabastecemos, vivimos de nuestros propios recursos.

—Sé que visitas, cada tanto, tu tierra de origen, ¿tienes familia que reside allí y ha ido a visitar nuestro país?

—He viajado cuatro veces ya a España, pues tengo familia allí, primos, tanto en Madrid como en Extremadura y en Bilbao. Mis primos no han viajado nunca a Argentina. Son gente grande ya, y es muy difícil que se aventuren sus hijos; tengo la esperanza de que algún día me visiten.

Muchas gracias, Andrés, por permitirnos conocer, a través de tu testimonio, la importancia de los lazos entre la Comunidad de Extremadura y la provincia de Santa Fe.

Georgina Bortolotto

Argentina Mundo, con la labor de los españoles radicados en Argentina y la actividad de las asociaciones de inmigrantes.

Gentileza de Eduardo Aldiser

www.argentinamundo.com

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